El proyecto de Jorge Cueto, ganador del Premio Entrepreneur 2018, abre su oferta pública en Play Business, con la ambición de crecer su modelo de negocio y reinsertar a más personas al mercado laboral.
David Guzmán cuenta su historia mientras utiliza con maestría su máquina para tatuar, un artefacto rudimentario que, como casi todo lo que hay por aquí, no parece corresponder con el contexto.
David recuerda los malos tragos de una vida pasada: era mesero en provincia. Un día, una pelea. Un muerto. Señalaron a David. Lo encerraron. Estuvo en la cárcel siete años. Reclamó su inocencia hasta que le dieron la razón. Usted disculpe. La libertad.
Pero la libertad, para alguien que ha pasado años en una cárcel mexicana, no implica recueperarlo todo, sino darse cuenta de lo que perdió: familia, trabajo, dinero y la posibiildad de reintegrarse a la sociedad.
En 2017, la Comisión Nacional de Derechos Humanos reportó que, en las cárceles mexicanas, se viven condiciones de hacinamiento y sobrepoblación, con incrementos en estadísticas relacionadas con la violencia al interior, como es el caso de los asesinatos (108, en aquel año). La función de las cárceles como instituciones de readaptación social está rebasada por los vicios propios de su entorno.
David sigue inyectando tinta a un pedazo de cuero. Hoy trabaja en el diseño de una flor, pero tiene varios dibujos por terminar. Su máquina tatuadora, que es una modificación sobre un invento carcelero –un pequeño motor atado a una cuchara que sostiene con rigidez la tinta de una pluma–, es su herramienta principal de trabajo.
Quien conoce la historia de David no imaginaría encontrárselo hoy aquí, creando arte en la trastienda de un local en Avenida Masaryk, considerada la avenida más cara de toda Latinoamérica.
Fuente: Entrepreneur, Ricardo Dorantes, Periodista colaborador de Entrepreneur